En todo caso, una vez en Beijing el famoso día, ¿por qué no ir a la celebración? El cuatro de junio del año pasado asistí -por accidente- a la fiesta en Buckingham Palace de los sesenta años de la Reina Isa en el trono; el evento fue alucinante. El pueblo unido, no por una persona, sino por los símbolos que forman su identidad, fue un espectáculo conmovedor. Para el día nacional chino la asistencia al evento fue premeditada y precedida por una corta pero sustanciosa búsqueda en Internet la noche anterior. Lo único en lo que los sitios estaban de acuerdo era en que la muchedumbre iba a ser fenomenal. La recomendación era clara: Stay away.
A pesar de las señales Laura y yo nos encontramos a las seis treinta del día siguiente y nos dirigimos a la multitud. Aunque las dos salimos con chaqueta impermeable, caminamos estrechas bajo una sombrilla hasta la estación de metro. Avanzamos un poco más de lo debido gracias a que Tiananmen West y Tiananmen East, las estaciones, estaban cerradas. Rumbo a la plaza la policía interrumpió nuestro paso. Un oficial dijo en inglés chino (un nuevo idioma producto del acento del segundo en el primero) que podíamos ingresar a las diez. Esperamos bajo la lluvia.