By Laura Rojas-Aponte
Ando en Pingyao, una de las ciudades más lindas que he visitado en China. Mientras merodeo por estos lares me siento como explorador de NatGeo, Discovery Travel and Living y Lonely Planet; todo a la vez.
Laura, mi amiga y tocaya colombiana, sugirió para la ciudad el apodo de El Villa de Leyva Chino. Yo secundé el sobrenombre porque muchas de las tiendas en la parte antigua tienen el mismo aire de producto local refinado que ayuda a subir el precio de la mercancía. Ambos sitios, además, se recorren por calles empedradas. Pingyao, para completar la dicha, está rodeada por uno de los pocos muros que todavía se conservan la dinastía Ming.
El hotel en el que me hospedo hace parte del conjunto comercial que ha refinado el ambiente en pro de atraer al turista. Sin embargo, al igual que en Villa de Leyva, la cultura local se sobrepone a la onda hippie-chic y finalmente la naturaleza de una sociedad rica en expresiones culturales y pobre en igualdad social sale a flote en el paisaje. Adjunto un par de fotos.
Imagine traveling across continents in the 1600s to reach China—a world almost entirely unknown to Europeans at the time. That is exactly the experience of Magalhães, a Portuguese Jesuit missionary who spent over 20 years in China.
From the bustling streets of San Sebastián, Spain, to the historic charm of Beijing, the Deusto MBA Program students from Spain, Germany, Mexico, Brazil, and the U.S. recently visited The Beijing Center.