Another memory that is going to last us a lifetime is the one of the ride back to Beijing on a train that lasted almost thirty hours. We didn’t have beds this time, and I slept around two hours, with my head on a small table where three of my friends were also laying their heads. Being the way I am, I finished two books; and being the way we are, we watched three to four movies. And we ate more Nutella and peanut butter sandwiches. It was a very long ride. We spent the last four hours with people really close to us standing in the aisles. It was definitely an interesting experience. But it wasn’t horrible because we were a good group of people; we all got along very well and were organized well. I couldn’t have chosen a better group of people to travel with.
I know this wasn’t my last trip outside of Beijing, but it will certainly be one of the best. And the most beautiful.
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Volando en Zhangjiajie
Tengo que darles las gracias a mis padres y a mis tíos por hacerme amar la naturaleza y una aventurera de corazón. Y también les tengo que dar las gracias a mis amigos Kate y Reed por organizar la excursión al parque natural más alucinante que he visitado en mucho tiempo.
El lunes de la semana de la fiesta nacional de China, el festival de otoño, salimos en un tren de vienticuatro horas hacia la provincia de Hunan, al surcentro de China. Afortunadamente, compramos los billetes de tren con suficiente tiempo como para conseguir camas y pudimos dormir la mayoría del trayecto hasta Zhangjiajie, la ciudad en Hunan donde estaba nuestro hostal. Ya habiendo cogido cuatro trenes nocturnos durante nuestro viaje por La Ruta de la Seda, nos consideramos casi expertos en los trenes. Y estuvimos muy bien preparados, con ramen, sandwiches de crema de cacahuete y nutella y muchas películas, entre ellas Avatar, grabada en el parque que íbamos a visitar.
Después del viaje en tren, llegamos al hostal con ganas de comer comida sólida y darnos una ducha. Nos quedamos en un hostal lleno de estudiantes universitarios internacionales y al lado de restaurantes y bares locales. Cenamos como reyes, nuestro amigo Lenny, de la provincia de Hunan nos enseñó la mejor comida tradicional del sitio y exploramos la ciudad comprando moon cakes, el pastel tradicional de la fiesta.
Al siguiente día visitamos la montaña Tianzi, parte del parque de Wunlingyuan. Sin darnos cuenta y con mucha fuerza, escalamos toda la montaña, nuestras piernas pidiéndonos descansar y la niebla quitándonos rodeándonos. Nos costó un par de horas, pero la vista desde la cima de la montaña mereció la pena. Fue de película; rodeados por la niebla y sin poder más allá de nuestros brazos, pero enamorados del sentimiento de haberlo conseguido y tocar las rocas más altas del parque. Mis amigos casi lloran de felicidad al comer hamburguesas de McDonald’s en la cima. Yo casi me caigo del shock al ver lo lejos que ha llegado la comida basura, ¡hasta la cima de la montaña de uno de los parques más bonitos del mundo! No teníamos energía para bajar la montaña andando, así que nos montamos en un telesillas y volamos entre las montañas, esperando a ver a los animales de Avatar volar entre los picos y árboles. A pesar de tener miedo a las alturas, conseguí sobrevivir el telesillas. Y me encantó.
La ciudad donde estaba nuestro hostal estaba como a una hora en autobús del parque, así que lo cogimos de vuelta y todos nos quedamos dormidos. Al llegar de vuelta a la ciudad de Zhangjiajie descubrimos un restaurante pequeño al lado del hostal, donde volvimos todos los días a comer el mejor arroz que hemos probado en nuestras vidas.
Al día siguiente andamos por la naturaleza aún más, pero esta vez hacia bajo, ya que cogimos un telesillas hasta arriba de la montaña. En la cima de la montaña vimos aún más niebla y más montañas. Y contando historias y cosas sobre nuestras vidas que ya no sabíamos fuimos montaña abajo, esta vez siendo nuestras rodillas las que sufrían. Subimos a un pico altísimo, que me dio un miedo horrible; chillamos para ver como el eco retumbama por las montañas; hicimos miles de fotos y más ejercicio del que habíamos hecho en semanas, por lo menos yo. La bajada fue dura pero fue recompensada por otra cena riquísima y una noche explorando uno de los bares cercanos al hostal.
El tiempo se pasó rápido. Y al llegar el tercer día yo creía que ya lo habíamos visto todo. Subimos en un ascensor de cristal, algo decepcionante porque había demasiada gente en él y al llegar hasta arriba descubrimos la mejor vista de los tres días, junto a noodles y castañas recién hechos. Fue mi día de caminata favorito, a pesar de otra bajada. Conocimos a otro grupo de estudiantes americanos, uno de nosotros se metió en un lago por una apuesta, vimos ríos y monos en su habitat natural, tomamos miel al llegar a la falda de la montaña y creamos memorias que nos van a durar toda la vida.
Otra memoria que nos va a durar toda la vida es la de la vuelta a Beijing en tren que casi duró treinta horas el sábado. Esta vez no tuvimos camas, y yo dormí unas dos horas, con la cabeza en una mesana enana donde tres de mis amigos también se estaban apoyando. Siendo como soy, me acabé dos libros; y siendo como somos, nos vimos unas tres a cuatro películas. Y comimos más sandwiches de nutella y crema de cacahuete. Fue un viaje muy largo, pasando las últimas cuatro horas con gente en todos los pasillos, el tren a rebosar. Fue muy interesante. Pero no fue horrible porque éramos un muy buen grupo de gente; todos nos llevamos y organizamos muy bien. No podría haber elegido un mejor grupo de gente con el que viajar.
Sé que este no va a ser mi último viaje fuera de Beijing, pero definitamente va a ser de los mejores. Y de los más bonitos.